El artista Carlos Mérida, apodado cariñosamente como el gran Tata, fue una figura que trascendió su categoría de pintor excepcional. En la memoria de su familia, se recuerda como un hombre apuesto y elegante, con una educación y presencia que lo hacían parecer un personaje inglés aristocrático. Sin embargo, su verdadera esencia fue mucho más profunda. Tata era un ser profundamente humano, caracterizado por una capacidad excepcional para ser cariñoso, paciente y coherente con una moral inquebrantable.
A diferencia de muchos artistas destacados, Tata no se dejó llevar por el éxito ni la fama. Se mantuvo fiel a sus valores y nunca habló mal de nadie. Fue un buen hijo, un buen hermano, un buen esposo y un buen padre. Su presencia era calma y segura, como si fuera capaz de conjurar una atmósfera pacífica en cualquier lugar donde se encontraba.
Cuando Tata entraba en una casa, un restaurante o un café, suavemente se fusionaba con el entorno, como si fuera parte integral del espacio. Era como si su energía tranquila y amorosa fuera capaz de calmar las tensiones y crear un ambiente acogedor. Su capacidad para conectarse con los demás era genuina y sin pretensiones, lo que lo hacía aún más atractivo y respetado.
A pesar de su temperamento pacífico, Tata no fue nunca alguien cobarde o complaciente. Tenía una moralidad clara y firme, y siempre se mantuvo fiel a sus principios. Fue un defensor incondicional de la justicia y la igualdad, y su arte reflejó esta preocupación por el bienestar de los demás.
En sus pinturas, Tata fue capaz de capturar la esencia de la cultura y la identidad maya, transmitiendo a través de sus obras la profundidad y la riqueza de su herencia. Fue un artista que no solo creó bellas piezas para admirar, sino también un cronista honesto y compasivo de la realidad maya.
Tata también fue un gran amigo y compañero de viaje para aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo. Su capacidad para escuchar y apoyar a los demás era incomparable, y muchos artistas, escritores y músicos han reconocido su influencia en sus vidas.
En resumen, Carlos Mérida, conocido como Tata, fue un artista excepcional que trascendió la categoría de pintor. Fue un hombre bien parecido, elegante y educado, pero también profundamente humano, caracterizado por su capacidad para ser cariñoso, paciente y coherente con una moral inquebrantable. Su legado es más que el de un artista; es la huella profunda que ha dejado en las vidas de aquellos que lo conocieron y amaron.